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Violencia intrafamiliar: Siempre es psicológica

Además de las heridas físicas, la violencia doméstica tiene repercusiones en la salud mental tanto de la víctima, como de quienes la rodean.  Muchas veces, las heridas emocionales son aún más difíciles de curar.  

Por Sofía Bayona. 

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“Yo desde que eso pasó no logro conciliar el sueño bien. No logro dormir más de 3 horas diarias y lo que duermo es con pesadillas.  Me dan ataques de ansiedad todo el tiempo, ataques de pánico, no quiero salir de mi habitación, no he podido trabajar”. 

 

Así se siente hoy en día Carolina Girón, una mujer que estuvo al borde de la muerte debido a los golpes de su marido.  Y como muchas otras víctimas de violencia intrafamiliar, hoy debe aprender a vivir con las consecuencias que esta situación ha dejado en su salud mental. 

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En medio de la golpiza, su rostro quedó casi desfigurado.  Esa fue la gota que rebasó la copa, pero Carolina ya llevaba años siendo maltratada.  

 

Se han reportado más de 15.000 casos de violencia intrafamiliar solo en el primer trimestre de 2020, según informa el Instituto Nacional de Medicina Legal.  Y aunque las marcas físicas pueden ser lo más impactante, las consecuencias psicológicas son las que más tiempo se quedan con las personas. 

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El resultado más común de una relación abusiva es caer en un “ciclo de violencia” que es “una situación repetitiva en donde la persona recibe violencia, luego el posible agresor se acerca a ella pidiendo disculpas, y la persona entra en este juego de idas y venidas, de ataques y disculpas”, afirma Esperanza Durán, psicóloga clínica con experiencia en maltrato intrafamiliar.  

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Luego empieza un juego aún más peligroso, en donde el agresor le hace creer a la víctima que la culpa es suya. 

Además, las mujeres son las víctimas más comunes de violencia intrafamiliar.  “Yo diría que el porcentaje es un 80% mujeres y 20% hombres”, cuenta Durán, agregando que los niños y adultos mayores también son agredidos frecuentemente.  Ya sea violencia física, sexual, emocional o económica, todos los casos tienen consecuencias psicológicas. 

“En esos ciclos de violencia, la víctima generalmente termina con muy mala autoestima, con muchas dificultades de relacionarse con otras personas y con muchos problemas a nivel emocional”, arfirma Durán. 

Habla la psicóloga Esperanza Durán

La terapia cognitivo-conductual es la más frecuente al momento de tratar a estos pacientes.  “Es la que ha mostrado más evidencia para darles herramientas a las personas para que estos trastornos emocionales tengan un control y un manejo”, asegura Durán.  

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Mucha gente no solicita ayuda psicológica cuando denuncia una agresión doméstica, sin embargo, según Carmen Marciales, abogada y funcionaria de la Defensoría del Pueblo, “para salir del ciclo de violencia es importante fortalecerse emocionalmente y definir por qué la persona se está quedando ahí. Es importante que trabajen sus emociones integralmente”. 

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Según la ley 1257 del 2008, las víctimas de violencia intrafamiliar tienen derecho a “recibir asistencia médica, psicológica y psiquiátrica especializada”.  Es por eso que, desde la defensoría y las comisarías de familia, la salud mental se contempla dentro de la protección que ofrece el Estado a las víctimas de manera gratuita. 

Desafortunadamente, la ayuda no siempre es tan efectiva como nos gustaría.

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Este fue el caso de Carolina Girón.  “Desde el día que me pasó esto yo empecé a solicitar ayuda psicológica”, dice, pero se necesitaron 12 días y varios reclamos en redes sociales antes de que alguien se contactara con ella.  A pesar de que llamaba y les decía que “es urgente, de verdad no puedo comer, no puedo dormir, necesito que me ayuden”, la respuesta de las instituciones de salud era que no había citas disponibles. 

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 “La psicología no puede seguir funcionando como funciona en las EPS.  Hoy te dan una cita y dentro de un mes te vuelven a dar otra, y ya ni nos acordamos de qué fue lo que se dijo”, opina la psicóloga Esperanza Durán.  Cree que, para ser realmente efectivas, las sesiones deberían manejarse cada 8 días, al menos al principio. 

 

Por otro lado, las víctimas no siempre piden ayuda, ya sea porque no quieren o porque sus condiciones no se lo permiten.  Carmen Marciales asegura que entre las razones más comunes está la dependencia económica del agresor, sea con adultos mayores o niños, que no están en condiciones de trabajar, o con mujeres que “al no tener ingresos y tener hijos, les da temor que pasen hambre”. 

 

Afirma también que quienes están en un ciclo de violencia, pueden sentir que nadie más los va a apreciar si no es esa persona, o que realmente aman a su agresor y, por lo tanto, lo perdonan una y otra vez.  “No es un tema de juzgar y decir: ay tan boba, por qué no va, o es que le gusta que le peguen, que es lo que está muy en el imaginario de la sociedad”, agrega Carmen.  

 

Sin embargo, sí existen algunas señales que indican que una persona está pasando por una situación de abuso doméstico, y que pueden alertar a sus allegados para que los apoyen y busquen ayuda. 

Carolina, por ejemplo, no pudo reunir el valor para pedir ayuda hasta que casi fue muy tarde.  “Yo nunca lo había denunciado por eso. Por vergüenza, por el qué dirán. Qué dirán mis amigos, qué dirá la familia.  A veces uno también se echa la culpa y piensa que el camino es tolerar porque así no se va a acabar el hogar y no se va a dañar la relación”, recuerda. 

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Su hijo de 10 años también ha tenido que afrontar la situación, aunque afortunadamente no presenció la escena.  “Obviamente toda la familia está devastada por verme con la cara totalmente desfigurada”, afirma, y es que para quienes lo ven de cerca tampoco es fácil, y cuando se trata de niños, puede tener consecuencias a largo plazo.  

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“Los niños copian el comportamiento que ven en su familia.  El modelo que tiene un niño que ve que su mamá está siendo golpeada, es el de un hombre que golpea y la mujer que lo permite. A pesar de que tienen una sensación terrible y eso les duele mucho, es común que terminen esos niños siendo agresores y las niñas siendo muy violentadas. No todos, pero sí deja una marca”, afirma Durán. 

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Toda la violencia es también psicológica.  Alguien que es golpeado dentro de su núcleo familiar, también debe luchar contra el bagaje emocional que esto representa.   

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Todo el tiempo el daño también era psicológico – dice Carolina – me menospreciaba, me decía malas palabras, me ponía por debajo de él, me decía que había mujeres mucho mejores, mucho más lindas.  Sin lugar a duda había maltrato psicológico”. 

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Aunque las heridas más evidentes de Carolina Girón están en su cuerpo, las más difíciles de superar son las que están por dentro.  Y como ella, hay miles de personas que deben enfrentarse no solo a su agresor, sino a la sombra que este deja impregnada en su conciencia.  La violencia psicológica es violencia, y toda la violencia es psicológica. 

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¿Qué medidas cree usted que debería tomar el estado para proteger a las víctimas de violencia intrafamiliar? 

Déjenos saber en los comentarios

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